tu tiempo es tuyo


Creyendo que pueden ahorrar horas y minutos, y depositarlos en un banco, la gente empieza a trabajar cada vez más y más, y abandona las cosas buenas y sencillas de la vida, visitar a los seres queridos, conversar con los amigos, leer un buen libro... Así, las presonas de la ciudad se vuelven personas cada vez más solas, soñando con una inversión de tiempo de la que podrán disfrutar al final de sus días.
Muchas veces nos quejamos de que no tenemos tiempo, y si lo tuviéramos, cuántas cosas grandes haríamos... pero son sólo sueños. El hecho real es que nos falta tiempo porque lo invertimos solo en trabajo. Tal vez también a nosotros nos parece que ésta es una inversión de nuestro tiempo y que podremos gozar al final de nuestros días de muchas horas para hacer lo que queramos. Pero, ¿de qué nos sirve tener mucho tiempo para disfrutar si ya no están a nuestro lado los seres queridos con quienes hubiésemos querido disfrutarlo?
¡Cuánto tiempo dedicamos al trabajo, a los negocios, a la moda! Y en cambio, ¿cuánto tiempo dedicamos a escuchar a nuestros hijos? Podemos trabajar pensando en su futuro, en el tiempo que después podremos disfrutar con ellos gracias a lo que habremos ganado con nuestro trabajo, y nos diremos que merece la pena el sacrificio... Pero, ¿merece realmente la pena el sacrificio de perderte los mejores años de la vida de tus hijos, cuando son pequeños y necesitan tu cercanía para crecer, para tener un modelo con el cual identificarse, para consolidar su confianza en sí mismos? ¿Merece la pena dejar pasar los años de tu juventud sin gozar del amor y de la compañía de tu esposa, de tus seres queridos en reuniones familiares, en pequeñas excursiones, en eventos organizados por el colegio de tus hijos?
Decimos que el tiempo es nuestro, pero en realidad nuestro tiempo es un esclavo de nuestro trabajo, de nuestros quehaceres. Es muy normal llegar a casa fatigado y cansado por la dura jornada, y entonces, ¿quién puede prestar realmente atención a lo que nos cuentan con tanto entusiasmo nuestros hijos o nuestra esposa o esposo? Escuchar es todo un arte. Porque no se trata solamente de asentir con la cabeza a todo lo que nos dicen, ni de pronunciar algunos monosílabos semejantes a los gruñidos de algunos animales para demostrar que estamos ahí y que oímos lo que nos dicen. Escuchar es ante todo una actitud. Es el deseo de comprender al otro, de sintonizar con él, de disponer toda nuestra persona en su favor.
Cuando mi hijo, al regreso de la escuela me dice que le ha ido bien, ¿qué quiere decirme realmente con ello? No basta con decirle “me alegro”, porque eso significaría que no lo he escuchado. ¿Le ha ido bien en matemáticas, o en los deportes, o tal vez con sus amigos, o ha sido con el profesor, o simplemente le ha ido bien con las chicas...? Si nuestros hijos no se sienten escuchados, tarde o temprano dejarán de contarnos las cosas y, probablemente, seremos para ellos como los hombres grises de la historia de Momo, que tenían tiempo sólo para ellos mismos y sus cosas, y no para los demás.
Alguien ha dicho alguna vez que la vejez es muy amarga cuando no se tienen recuerdos, pero los recuerdos sólo pueden acumularse a través de las experiencias. Nuestros álbumes fotográficos están llenos de recuerdos de momentos preciosos, de tiempo invertido en nuestros hijos, en nuestros seres queridos, padres, amigos. Casi nadie o nadie tienen un álbum sólo con fotografías de sus momentos de trabajo. Si tu tiempo es tuyo y puedes hacer con él lo que quieras, entonces puedes invertirlo en las cosas que de verdad merecen la pena, en el amor, la amistad, el compañerismo. Si tu tiempo es realmente tuyo y no de tu trabajo, de la moda, de las expectativas de los demás, entonces lo tendrás en abundancia para jugar con tus hijos, para acompañarlos al fútbol o a un evento del colegio; lo tendrás en abundancia para visitar a tus padres y agradecerles lo que hicieron por ti, para llevar a tu esposa a cenar como cuando erais novios, e incluso te sobrarán horas y minutos para sacar a pasear al perro. Haz ahora una parada en tu vida y pregúntate, mi tiempo, ¿es mío? Decídete a aprender a cambiar a buscar nuevas opciones que los trabajos esclavizantes u horas extras que no rinden ni valen tu tiempo libre y habrás hecho la inversión de tu vida.
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